RECORRIDO ALUCINANTE POR EL TAYRONA





Antes de empezar a subir las escaleras de rocas que demarcan el camino a Chairama Pueblito, un letrero les recomienda a los caminantes que se quiten los zapatos y disfruten descalzos de ese sendero ancestral para potenciar el contacto con las piedras y la tierra del pueblo kogui. Y el aviso no miente. Funciona.

Cuando se acompasa la respiración con los pies y el pulso con la brisa del mar que llega desde la playa que se ha dejado atrás, uno siente que está entrando en sintonía, y cuando es testigo de alguna aparición fantástica de la selva, uno sabe que entró en sintonía. Para mí fue un lagarto de cabeza amarilla y de cola azul brillante, con dos líneas verde esmeralda sobre el lomo plateado, que se posó en la piedra que seguía en mi camino. Parecía encantado de que lo admiraran y eso hice, como si se tratara de una revelación divina. Creo que estas manifestaciones de la fauna silvestre son lo más cercano a las apariciones de vírgenes y santos.


Subir a Chairama, un antiguo centro de vivienda y encuentro de los indígenas kogui que habitan el Parque Tayrona, en el departamento del Magdalena, es una de las tareas obligadas para quienes lo visitan.

Llegar hasta los restos de lo que fue el pequeño poblado puede tardar hasta dos horas. Pero no hay que tomarse el camino con afán, porque en el recorrido está la verdadera revelación: los tonos verdes de la selva que van cambiando con la altura; los sonidos mágicos de los helechos, los insectos y los monos; la panorámica del mar Caribe entre el enramado de los árboles; las rocas perfectamente superpuestas que son la guía principal; el encuentro con arroyos de agua dulce que refrescan la cabeza y los sentidos; y la caída precisa de las lianas justo en los tramos ásperos.


La experiencia del camino borra buena parte de la sorpresa de Pueblito, donde sólo quedan las terrazas y los espacios que entre el año 400 y el 1600 d.C. ocuparon 250 estructuras para vivienda, almacenamiento y reuniones de cerca de dos mil habitantes.

Se debe subir a Pueblito en horas de la mañana. Ir y volver a la playa tarda en promedio cinco horas y puede ser agotador. Pero el Tayrona es buen anfitrión y recompensa el esfuerzo del caminante sacándolo del caluroso recorrido al mar arrullador.

En el lado alto del Tayrona lo atienden las playas de Arrecifes, La Arenita, La Piscina, Cabo San Juan de Guía, Boca del Saco y Playa Brava, las dos últimas nudistas, para que toda la piel se ponga en contacto con la tierra y el mar.

Para llegar hasta allí, desde Santa Marta, se aborda un bus en la estación de gasolina de Mamatoco, cerca de la terminal de transporte de la ciudad, que lo llevará hasta la entrada principal del parque. Procure llegar temprano, pues cierran las puertas a las cinco de la tarde. Desde la entrada hasta Cañaveral, donde quedan los ecohabs, le esperan entre 10 y 15 minutos en carro, y otra hora caminando o en burro hasta la zona de camping en Arrecifes.

El encuentro con el mar del Tayrona justifica el cansancio por las maletas sobre la espalda y el camino pantanoso. La primera playa, Arrecifes, es blanca y de arena fina, el agua es algo oscura y peligrosa. Está prohibido nadar en ella, los arrecifes traicioneros se han llevado a más de 200 personas. La primera playa es para contemplar el paisaje: al frente el océano ronco, crespo en la orilla; arriba, cielo despejado, azul claro en el horizonte que se va oscureciendo hacia el infinito; y atrás, selva verde, frondosa y montañosa.

La Piscina es una playa de grano grueso y amarillo, agua transparente y turquesa, rocas saltonas y un puestico de venta de arepaehuevo, exitoso, por el que no pasa nadie de largo.

En el Cabo, de arena amarilla, hay un mirador fascinante para tomar las infaltables fotos de los siete azules del mar —que allí parecen veinte—, de los rompeolas, las garzas y el viento fresco, saludable, que ojalá se dejara retratar.

Más adelante las playas nudistas. Sol en pleno y poca sombra para un bronceado parejo. El mar de estas últimas playas es agresivo y bulloso. Si usted no se atreve a desnudarse desde el comienzo, él mismo se encargará de arrebatarle la ropa.

Las visitas a cada playa y a Pueblito son el pan de cada día de los turistas y viajeros en esta área del Parque Tayrona. En las fincas que ofrecen zonas de camping los víveres son hasta tres veces más costosos que en cualquier supermercado. El agua dulce es escasa y en temporada alta los baños tienen horarios restringidos. Lo ideal es programar de antemano las comidas y llevar los alimentos necesarios.

El objetivo no es disfrutar de una atención cinco estrellas, sino del reposo, el encuentro con la naturaleza y el pedacito de paraíso que alberga el Tayrona. Quien vaya en busca de más aventura y divertimiento, dé la vuelta al parque y visite Playa Cristal, Bahía Concha y Neguanje, playas ideales para observar arrecifes y bucear.

Cualquiera sea la playa del Tayrona que elija, el regalo de la naturaleza estará allí para usted en forma de rosados atardeceres sobre las rocas, proyecciones de constelaciones en la noche, bancos de peces fluorescentes entre sus pies y las santas apariciones de cola azul brillante en la selva. ¡Descúbralo!

Dónde hospedarse en el PNN Tayrona?



Conozca las Posadas Turísticas de Acción Social ubicadas a lo largo del Parque donde podrá hospedarse en cómodas cabañas atendidas por personas locales que lo acompañaran durante su viaje.

Para más información comuníquese con nosotros en el siguiente correo: info@theecolodges.com o reserve en reservas@theecolodges.com


Fuente: Juliana Duque Patiño.

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